sábado, 12 de octubre de 2013

Exogénesis II

Empecemos de nuevo. En este reinicio cómo quiero ser. Quizás más robusto, más blanco, con los ojos más grandes y más claros. Tener un aroma corporal más amargo, las manos más grandes, la nariz más afilada. Nacer con un mejor apellido, o quizás uno peor, cosa de marcar algún precedente. Haberme criado en la calle, ser un hijo del barrio y no de la televisión. Jugar a la pelota, mediocampo, mi ídolo Roberto Carlos, un crack, mi equipo de cabecera; el Ñupi. Tener aspiraciones futboleras, ser del colo, o de la U, o de algo que nadie siga mucho como Rangers o Santiago Morning. Haber estudiado en una escuela numerada, saber blandirme a golpes contra alguien, haber peleado a puños por una mujer cuando la pubertad acabara con mi rostro pálido. Tal vez haber probado la droga desde chico, con los vecinos, ahí en el barrio, donde el sol te quema la crisma y la tierra es el asfalto de las calles. 

Luchín, pero sin tanto glamour.

Rendir la PAA, PSU, PAX, FONDOPAC, PSY, CSI, CNSI, CNN, CNI, DINA. Sacar un puntaje elevado, sorprendente para alguien de mi origen. Entrar a alguna universidad de prestigio, o quizás no tanto prestigio, pero no un pozo de lázaro lleno de comunistas. Endeudarme, vivir con mis padres en la comodidad de nuestra periferia. Jugar a la pichanga los fines de semana y doparme el resto de los días. Echarme uno, dos, tres, cuatro años pero avanzar, paso lento pero seguro. Con esmero se arma el futuro, acérrimo en fin afán de no ser lo que por lógica debería ser. Entre mi lista de contactos, un buen drug dealer, un cabro que canta en las micros y una tonelada de jetones de Ovalle que viven en pensiones estudiantiles. Llego a mi cuarto de siglo y estoy enfrentando mi último año, un embarazo no deseado y las presiones de la práctica profesional. Ya no me veo tan blanco, tan robusto ni de ojos tan claros. Ya, en tan precoz premura, estoy hastiado, otro ciudadano borrado entre todas las listas que componen ese gigantesco mausoleo que se llama registro civil. 

Orwell, con mucho menos glamour.

Ahí me veo, en mis '30 y tantos, con una deuda bancaria gigante a cuestas, un cabro chico cuya madre me odia y una situación laboral, como para todos, dudosa e insatisfactoria. Ahí me veo, en mis caudalosos 30 y tantos años, mascando la rabia que nace desde la miseria. Ahí me veo, preguntándome qué me hubiera gustado ser si no fuera quien soy.

Empecemos de nuevo.-

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